4. Latinoamérica, como lugar de encuentro y
posibilidad.
- América Latina Modernidad y
Posmodernidad. La discusión de Modernidad y Posmodernidad
afecta la comprensión de la realidad latinoamericana,
sobre todo cuando de alguna manera se le ha concedido un
papel
central, bien sea para desenvolver el proceso de
modernización no lograda o para combatirlo en
búsqueda de un nuevo tipo de sociedad, en
donde también un estado
fortalecido temporalmente ejercería las funciones de
ordenador. En ambos caso el Estado
es concebido como colectividad organizada hacia fines de
interés común.
En América
Latina llega el posmodernismo como un ruego de
liberación, partiendo de liberar a los oprimidos de
nuestra época. Pero esto se queda corto con la
recreación que hacemos de los modelos
imperialistas democráticos de nuestra sociedad-estado.
La pobreza
nos acompaña en casi todas las naciones y tenemos una
dependencia casi total de los países llamados
desarrollados, los cuales nos utilizan y desechan sin
ningún tipo de prebenda. Es decir nos quedamos con un
fragmento de la revolución de la libertad
sin medida, puesto que somos libres para depender de
países mucho más poderosos.
Cada día nuestro pueblo pierde la posibilidad de tener
una sociedad sin clases, estas injusticias se desembocan en
la creación de grupos
armados que buscan por la fuerza
instaurar un código de justicia.
El discurso
de los posmodernistas plantea la imposibilidad de realizar un
proyecto
verdaderamente liberador y hasta de unificar un objetivo
que de pie a una verdadera revolución de toda la
sociedad.
Latino América ya comienza a dar visos de
remplazar lo ético por lo estético. En el
sentido de que todo cuenta con la misma validez, creando
situaciones de injusticia, que normalmente se degeneran en
violencia.
Aunque esta violencia a generado grandes conflictos, en Latinoamérica nos
encontramos con un fenómeno extraño, y es que
algunos conflictos se han solucionado por la vía del
diálogo, esto da un reconocimiento a la
búsqueda del otro, por medio del consenso.La realidad cultural latinoamericana lejos de ser
una sola, presenta múltiples expresiones e impone
indagar sus raíces históricas, desde el momento
en que el conquistador atravesó el camino de las
culturas autóctonas, cuando la espada y la cruz, en el
flujo del poder de
España, arribaron a las costas de
América como símbolo de la dominación
política y religiosa. Ese encuentro
produjo una situación de dominio, a la
vez que la coexistencia dentro de ella de formas culturales y
sociales ambivalentes: española e indígena,
criolla y mestiza, costa y montaña.
En el aspecto social coexistieron elementos de la
organización feudal junto a las singulares formas
indígenas de producción y junto al repartimiento y
la encomienda, también coexistieron la esclavitud y
el salario.
"Todos ellos contribuyeron a definir las características del modo de
producción en las colonias, pero en su
expresión externa el fenómeno venía
determinado por los intereses y valores
del mercantilismo que fue una importante vertiente
en la formación del sistema
capitalista".
Las continuas relaciones con Francia e
Inglaterra, la dependencia de las colonias
frente a España, la formación de las sociedades
nacionales y, posteriormente, las relaciones dependientes con
los Estados
Unidos, han ayudado a formar el tejido de nuestra
cultura.
Una cultura en muchos aspectos dispersa, marcada por el
dualismo de los
valores y la dependencia de ayer y de hoy. De ahí
que el desafío de América Latina impone una
doble condición: integración y liberación, ambas,
se nos presentas ahora como exigencias necesarias para
alcanzar su identidad
Estos conceptos, integración, liberación e
identidad,
están en función de una realidad compleja cuyas
raíces se afirman en el origen indohispano. La parte
más visible de esa realidad, la punta del Iceberg, es
–sobre todo– el fenómeno
sociopolítico.
Por ello, el problema social (y el político), es
resaltado con mayor fuerza en la conciencia
del escritor, del científico y del artista
latinoamericano. Esa realidad ha constituido el tono
dominante de nuestra labor creativa. De ella proviene en
forma relevante, el motivo de su creación. El primer
rasgo de integración e identidad, se da en la
conciencia común de la liberación producida por
esa situación determinada. Se puede decir que la
acción sociopolítica y la consecuente
conciencia común derivada de ella, contribuyen a un
primer intento de integración cultural, a un
acercamiento de los primeros rasgos de identidad.
Pero este asomo de unidad histórica y temática,
pese a su vigencia, no es por sí sólo
suficiente para estructurar, en toda su dimensión y
profundidad, la identidad de América Latina. Para eso,
será necesaria la articulación y unidad de
todos los elementos esenciales dispersos, los que,
además del fenómeno sociopolítico, deben
ayudar a nuestra identificación histórica.
¿Qué valores sobreviven de las culturas
indígenas? ¿Qué significación
histórica puede tener el mestizaje, entendido como un
valor
cultural y social de esa identidad, y no sólo como
inevitable resultante biológica de un cruce de razas?
¿Qué puede aportar América Latina como
parte del Tercer Mundo, ante la experiencia de
deshumanización que ha corrido paralela a la
industrialización y la tecnología? ¿Qué palabra
puede decir sobre la posibilidad de un desarrollo
que contribuya no sólo a hacer progresar al hombre
sino hacerlo, a la vez, más humano? ¿Qué
otros elementos de valor asoman de nuestro pasado o se
proyectan para el futuro?.
Las respuestas a estas preguntas implicaron e implican
creación, reflexión y cambio.
Creación, para que se exprese la potencia
constructora y generadora del hombre latinoamericano a
través del arte o de
la
ciencia; reflexión sobre ese mundo de realidades y
posibilidades a través del pensar filosófico y
cambio de esa realidad por medio del hacer teórico, de
la praxis.
De esa labor habrán de surgir nuevas formas que den a
esta América su identidad y su ser. Esas formas que
están ahí, bajo las aguas del tiempo,
esperando salir para hacerse visible a todos.- América Latina y La unidad Cultural.
En relación con los distintos elementos que
componen la cultura latinoamericana, cabe señalar, en
una perspectiva mucho más cercana, las diferencias que
existen entre la cultura, que podríamos denominar
"rioplatense" y la cultura mestiza. La primera, producto
de una transposición cultural de Europa a
América y carente de una importante cultura
indígena, se manifiesta por la ausencia del mestizaje,
en la consolidación de una clase media sobre la base
de una significativa inmigración europea y en el concepto de
un nacionalismo, que en sus orígenes
más pareciera explicarse frente al resto de la
América mestiza que frente a la transferencia cultural
proveniente de Europa y de los Estados Unidos.
En cambio, la formación cultural de la América
mestiza se manifiesta, por el encuentro de razas, por la
presencia de una cultura indígena, en algunos casos
muy significativa, por la ausencia de una clase media, que
aparece después en algunos países de este tipo
de cultura y por la reproducción en la colonia de un
modelo de
formación feudal que permitió una forma
particular de explotación del indígena dentro
de las formas sociales de producción que se
encontraban dominadas por la necesidad de expansión
comercial de la clase dominante.
Lo anterior, por supuesto reconociendo la coexistencia de
otras formas sociales como la esclavitud, la encomienda, el
repartimiento y aun el régimen del salario, lo mismo
que el espíritu mercantilista que estimuló el
proceso histórico de la conquista y la colonia.
Además de esta consideración, cabría
hacer otra acerca de los diferentes grados de desarrollo
cultural que existen entre los países de
América Latina. Esto está relacionado con una
serie de factores como el grado de desarrollo
económico y social, el tamaño del
país, los recursos
de que dispone, y la expansión y desarrollo de su
estructura
cultural y educativa, como los colegios, universidades,
bibliotecas, librerías,
etcétera.
Es pertinente también, tener presente la
situación histórica peculiar de algunos
países, con relación al grado de desarrollo de
las culturas indígenas existentes al momento de la
llegada de os españoles. Tal sería el caso de
México y Perú. La
relación que estas circunstancias tienen en el asunto
que nos ocupan, se explica en la medida en que la existencia
de un patrimonio
cultural de tan importante envuelve las diferentes
modalidades de un desarrollo posterior. - La Cultura y Las Culturas
Finalmente, cabe tener en cuenta la estructura
social interna en cada uno de los países
latinoamericanos, ligada tanto al fenómeno de la
colonia como la nueva situación que plantean para
América Latina las relaciones
internacionales y la dependencia estructural.
Sin entrar en un análisis riguroso sobre la
formación de las clases
sociales en América Latina, nos interesa apuntar
la existencia fundamental de dos de ellas. Hay
básicamente dos clases sociales determinadas por la
situación de los individuos en las relaciones sociales
de producción, por sus intereses y por las relaciones
de dominación o dependencia que entre ellas se dan a
través de la estructura de la sociedad. De la
posición de clases depende en buena parte la
ubicación personal en
la sociedad y el acceso a la cultura, a la formación
de hábitos y a la adopción de valores.
Los grupos
sociales intermedios, llamados también clase
media, cuando actúan propiamente como grupo
giran, por lo general, dentro de la esfera de la clase
dominante y comparten sus valores e intereses.
Durante la colonia, los peninsulares y los criollos
constituyeron la clase dominante; indígenas, mestizos,
mulatos, zambos y negros, la clase dominada. Las
discrepancias de intereses entre criollos y peninsulares con
relación a los beneficios de la colonia, determinaron
los diferentes movimientos independentistas y la independencia.
La cultura criolla y su correspondiente escala de
valores se ha proyectado, sin mayores variaciones desde la
colonia, hasta nuestros días. El sentido de patria, el
concepto de cultura, los valores nacionales han sido
conformados de acuerdo a la apreciación del criollo,
que ha constituido la aristocracia latinoamericana y la clase
terrateniente de la sociedad.
Con el proceso de modernización, iniciado en
América Latina a partir de la primera mitad del siglo
XX, y que corresponde a la intención de los centros de
poder de que los países periféricos adquieran cierto grado de
tecnificación que les permita adecuarlos a los
procesos
de expansión del capitalismo mundial, un nuevo grupo, dentro de
la clase dominante, comienza a cobrar forma en la
región: son los representantes del capitalismo
industrial, comercial y financiero. Todo ello estará
en relación con aquellas teorías del desarrollo que proclaman la
modernización, la productividad
y el crecimiento
económico, y que señalan como arquetipo del
desarrollo a los países industrializados con el
respectivo conjunto de ingredientes culturales y
axiológicos.
Todas esas teorías buscan sustituir el modelo de
producción agroexportadora, por el de
industrialización; significa la sustitución de
la sociedad tradicional agraria, por otra moderna,
tecnificada y de naciente capitalismo. Este cambio en el
modelo productivo implicará también una
transformación en la conducta
social, hábitos y valores culturales.
Este proceso histórico descrito sucintamente, ha
contribuido a la heterogeneidad interna de las sociedades
nacionales y a la fractura social y cultural de los elementos
que la componen. Por ello, es más fácil
identificar una mayor aproximación cultural,
valorativa y de intereses entre las clases dominantes de
América Latina y de las de los países
desarrollados, que entre la población nacional, entendida
globalmente. Por eso, al hablar de América Latina
habrá que tomar en cuenta estas circunstancias
históricas que la dividen y la diferencian, entre la
cultura negra del Caribe, entre los diferentes grados de
desarrollo cultural en cada uno de los países de la
región y entre las diferencias sociales en las
estructuras de cada uno de los países
latinoamericanos. - La Estructura Social Interna.
- La Búsqueda de la Cultura
Pero el término América Latina unifica en
un concepto una geografía cultural y
social diferente, al menos en los niveles que hemos mencionado.
Su universalidad radica en la diversidad de sus componentes que
al fin y al cabo es uno de sus alcances; la universalidad es
precisamente unidad de disimilitudes.
Hasta este momento hemos usado el concepto de cultura para
explicar tendencias generales arraigadas en una sociedad, las que
producidas por determinadas situaciones estructurales se traducen
en conductas individuales o colectivas, en hábitos,
intenciones y valores.
Ciertamente son diferentes las expresiones culturales en
América Latina y las posiciones que frente a ésta
se adoptan en cada región. Hemos señalado las
diversas variables que
intervienen en el problema por lo que conviene también
mencionar, que pese a sus diferencias por regiones, por
países y aun en la estructura interna de cada país,
hay un denominador común en el origen y en el destino de
América Latina. Este común denominador en el origen
se manifiesta principalmente en el hecho de formar parte de la
cultura occidental, en el mestizaje, en la lengua y en la
religión.
Con relación al destino, la conciencia más
lúcida de América Latina reclama por su
liberación en su sentido total, por la integración
de sus elementos constitutivos dispersos y por la identidad
histórica y cultural que exige una visión
crítica de Occidente.
América Latina es parte de una circunstancia
histórica específica y la autenticidad de su
pensamiento
está entrañablemente vinculada a esa realidad. La
formulación de la América Latina, como objeto de
reflexión histórica, filosófica y cultural,
imponen como tarea, dentro de ese marco, el planteamiento de
importantes asuntos. A Saber: asumir la crisis de
occidente, tomar conciencia de la situación desde la cual
nos incorporamos y contribuimos a la formación de una
historia y de una
cultura, contribuir al planteamiento de una nueva humanidad por
primera vez universal y plural simultáneamente y a la
traducción conceptual de un hombre nuevo, un nuevo
humanismo, y
una nueva escala de valores que dolorosamente la propia realidad
está formando. El hecho de que conserve, en la competencia y el
intercambio de culturas, la idiosincrasia esencial de sus
tradiciones vividas. Trabajar en este sentido, podría ser,
la contribución de Latinoamérica, no solo para el
futuro de ella, sino para el futuro de la humanidad. Es en fin,
aceptar un problema pero también una esperanza, una
perspectiva y un compromiso.
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Follari Roberto y Lanz (Compiladores)
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Trabajo enviado por.
Samuel Darío Moreno Rincón
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